Por Susana Gisbert
Hace unos días se celebraba uno de tantos días temáticos, el Día Internacional contra la homofobia, la transfobia y la bifobia. Una causa más que justa que comparto totalmente, como comparto cualquier acción que suponga lucha contra la discriminación. Pero la cosa da que pensar.
Y es que la necesidad de instaurar un día dedicado, no a la exaltación o el orgullo de la diferencia, sino al posicionamiento en contra del odio –la fobia no es otra cosa que odio- a esa diferencia dice mucho de nuestra sociedad. Una sociedad que, por otra parte, también se ve obligada a dedicar días temáticos contra la violencia de género, contra la intolerancia o contra la trata de personas, por poner algún ejemplo.
Pero claro, no hay que rascar mucho para darnos cuenta que la discrimnación existe, y se nos va colando por cualquier rendija. Por eso, en plena campaña electoral, nos encontramos con quien dice que hay que aparacar a determinadas personas solo por la fecha de su nacimiento, a otros que afirman que hay mujeres que cuidan a sus hijos y trabajan menos que los hombres, o quien no es capaz de encontrar una candidatura donde los hombres no sean una abrumadora mayoría. Y así nos va.
Porque claro, somos europeos y modernos, pero en muchos países se acepta la prohibición de donar sangre a los homosexuales, se trata de manera diferente a los inmigrantes, o no se establecen medidas que faciliten la conciliación en detrimento de las mujeres. Quizás seamos modernos, no digo yo que no, pero tal vez sea ya el momento de pasar de la Edad Moderna a la Contemporánea.
La diferencia, sea cual sea, siempre debería ser riqueza. Pobre de aquélla sociedad que pretenda que todos seamos iguales, todos uniformados, todos con la misma actitud y con el mismo pensamiento. Somos personas, no ovejas. Y deberíamos estar orgullosos de ser diferentes, en lugar de aplastar al que no se adecúa al patrón.
Todas las acciones destinadas a acabar con la discriminación están bien. Más que bien, están my bien. Pero la cosa no empezará a estar realmente bien hasta que esos días temáticos se dediquen a celebrar lo que es cada uno, la propia riqueza, y no tengan que instaurarse para luchar contra la intolerancia de quienes no aceptan a quien no es como ellos.
Ojala pronto estemos celebrando el día de la tolerancia, el día de la amplitud de miras, el día de la igualdad, y hasta el día de las personas, sin otro apellido. O mejor, ojala llegue el día en que no necesitemos celebrarlo porque ese día sean todos los días del año.
Espero llegar a verlo.
Twitter @gisb_sus
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