Comenzamos la semana igual que la acabamos, presentándoos dos artículos entrelazados: el primero, publicado por José M. Ortuño el 20 de octubre en Las Provincias, y a continuación José Antonio Burriel, comentando las conclusiones y los olvidos. A continuación los tenéis… ¡esperamos vuestros comentarios!
La mayoría de los maltratadores condenados no ve delito en sus actos.
El 60% de los agresores culpabiliza de algún modo a su pareja «y gran parte de ellos son consumidores habituales de algún tipo de droga»
JOSE M ORTUÑO
Los programas de tratamiento con agresores de violencia de género han progresado en los últimos años y son imprescindibles» para que acabar con esta lacra de la sociedad. Son muchos los estudios que han tratado de averiguar qué sucede para que un hombre (o una mujer, en un porcentaje mucho menor) maltrate a su pareja. La mayoría de estas investigaciones se centran en la víctima. Sin embargo, la profesora de Derecho Penal en la Universidad de Alicante, Clara Moya, ofreció el estudio que ha desarrollado con otros compañeros y que se centra en los condenados por este delito. «Para que la situación cambie, es clave que asuman sus actos», indicó nada más iniciar su intervención.
Durante una de las ponencias que se celebró en la Universitat de València dentro del I Congreso de Criminología de la Comunitat, la docente señaló que la «asunción de responsabilidad» es un hándicap importante. «En toda España hay más de 4.000 presos cumpliendo penas por violencia de género y otros que realizan trabajos para la comunidad por maltrato. Esto significa que estos delitos se encuentran en la primera línea político-social», de ahí que decidieran iniciar su trabajo.
Para llevarlo a cabo, los autores se han entrevistado con cientos de presos -en su caso de cárceles de Alicante- y se han percatado de una circunstancia preocupante: «El 60 por ciento de los condenados cuenta con una asunción de responsabilidad baja o muy baja. Se trata de una de las conclusiones a las que hemos llegado», destacó. Es decir, que ven los hechos «como algo normal» y creen que no tendrían por qué considerarse delitos. Cabe recordar, en este sentido, que los expertos en la materia advierten que muchos maltratadores han presenciado este tipo de comportamientos en sus hogares durante su infancia. Tras analizar las charlas con los presos percibieron que aunque se muestren como personas con capacidad de empatizar -capaces de ponerse en el lugar de quien tienen delante- «esto no conlleva una mayor asunción de responsabilidad». Es más, el 60 por ciento de los entrevistados «culpa de algún modo a la víctima» de la agresión. Asimismo, «gran parte de ellos son o eran consumidores de algún tipo de droga», añadió la profesora.
Moya y el resto de sus compañeros también han podido comprobar que no tiene nada que ver la posición social o la cultura del recluso a la hora de cometer el delito. De hecho, explicó que uno de los condenados que se mostró «más educado durante la conversación, después era quien había cometido las mayores barbaridades». Por tanto, la principal conclusión a la que han llegado es que la violencia de género se trata de un frente abierto y complicado de cerrar, siempre que los autores no sean capaces de reconocer su delito, ya que al no hacerlo, «lo más probable es que reincidan».
Quebrar las penas
En relación con la violencia de género Laura Badenes, de la UV, presentó un segundo estudio que versaba sobre el quebrantamiento de penas y medidas cautelares en Valencia desde 2008 «a través de hechos probados en sentencias de la Audiencia Provincial». En su investigación buscaba ver «cuál es el modus operandi y el perfil» de los que incumplen el mandato de un juez.
«A veces, la sociedad tiende a pensar que estos comportamientos se producen porque la víctima de malos tratos los acepta. Sin embargo, hemos visto que no ocurre así. El 65 por ciento de los acercamientos son no consentidos por la pareja y, además, la mayoría de ellos (un 59%) se dan a través de una aproximación física, lo que aún es más difícil de llevar». El resto de acercamientos se suelen producir a través de redes sociales -Facebook, WhatsApp, etc.-, correos electrónicos o por teléfono. «Por tanto, se deduce que se trata de personas que van a volver a delinquir», concluyó Badenes.
Machismo: disco duro y virus
Jose-Antonio Burriel
Interesante las conclusiones de este estudio. Pero… ¡se han olvidado de la raíz y causa del maltrato: el pensamiento machista! Un pensamiento que impide al maltratador reconocer que ha cometido un delito: si el hombre es superior y la mujer inferior, si la mujer es “posesión” del hombre casi como si se tratara de un objeto… no hay delito, es ejercicio del “derecho de propiedad.
Es cierto que el consumo de drogas o de alcohol incida en el maltrato: estamos ante un desinhibidor, ante un elemento que puede desencadenar la agresividad, la puesta en acto del pensamiento machista, Y es cierto que la vivencia del maltrato en la infancia puede desencadenar la acción machista: el pensamiento machista repite los actos de otro pensamiento machista.
Cuando intervenía en los cursos de reinserción de maltratadores organizados por la Audiencia Provincial de Alicante, solía decir a los maltratadores asistentes –con penas inferiores a dos años, que estábamos ante un disco duro y unos “virus”.
Si el “disco duro” –el cerebro del maltratador- estaba dañado –el pensamiento patriarcal machista daña esencialmente el “cerebro” – o ese “disco duro” sustituye a un disco duro normal, no existe reparación posible: o se cambia e disco duro o no hay nada que hacer: y cambiar “el cerebro” no es posible. Si el “disco duro del cerebro” está seriamente dañado, los virus entran con facilidad. Y cuando se vive en una sociedad con un pensamiento patriarcal-machista los “virus” pululan por el aire que respiramos y entran dentro de uno, infectan nuestro “cerebro” y justifican el maltrato como expresión de la superioridad del hombre sobre la mujer.
Es posible enseñar a los maltratadores la existencia de “antivirus”; que controlen el abuso del alcohol o el consumo de drogas, que no tomen nota de los gestos machistas de otras conductas o de la influencia de la publicidad machista. Ello nos lleva a una conclusión esencial y primordial: la erradicación del machismo en la sociedad pasa por una correcta y completa educación en la igual y dignidad de todas las personas.
Está bien estudiar a los maltratadores y ofrecer conclusiones. Pero atención al posible “engaño”: ni las drogas, ni el alcohol, ni la vivencia en la infancia, etc., son la raíz y causa del maltrato, ¡es el pensamiento machista”. Y un machista tiene la convicción de que obra bien, que ha sido condenado por una ley injusta.
Vìctor TASAICO CASAS
27 octubre, 2014 en 16:31
La singularidad de la hegemonìa cultural patriarcal, es tan especial, por un lado la ingerencia nutricional: cuanto màs hambre, se focaliza en la necesidad y se elimina el resto del pensar. Si la agresiòn nace con nosotros, hay que cultivar su control desde que uno està en la barriga de mamà con el dulce diàlogo de mamà, la mùsica; al nacer proseguir con herramientas que disminuyan la focalizaciòn de las necesidades y aumenten la creatividad del ser, para el logro de un mejor control de sus necesidades, no solo nutricionales, sino con sus esfìnteres; en la pubertad, si llevaran un diario, cada menor se darìa cuenta, en què momentos realiza acciones inconscientes o rutinarios y felicitarlo cada vez que logra ser consciente de las rutinas; porque de esa manera se le invitarìa a que controle su enojo como rutina que impedirìa en lo posible la reacciòn inconsciente de su violencia (enojo no controlado), que al volverse violencia automàtica, solo ve la necesidad de imponerse y no puede valorar si es dañino o es un delito, lo que està realizando, …